Navidad en pijama
Es raro. Es raro para los que no somos navideños tener este año ganas de Navidad. No tanto de celebrar, sino de estar con los nuestros después de todo lo que ha pasado. Y muchos no podrán: por precaución, porque directamente no podrán viajar o porque no querrán poner en riesgo a nadie en plena pandemia. Sí, la cosa esta mejor ahora que hace dos meses, pero lo mismo dijimos en verano y luego octubre y noviembre han vuelto a ser meses angustiosos. ¿Qué significa “salvar la Navidad”? Nunca lo he tenido muy claro.
Hace un año estaba con C. en Dublín y nos hacíamos fotos con las luces, paseamos entre el frío y vivimos el que fue el inicio de unas fechas especiales. Me enseñó a a mar la Navidad por el mero hecho de pasarla con ella. Consiguió algo que yo pensaba que era muy complicado de lograr. Pero dio en el clavo: paz, calma, sosiego y calor. Para qué quiero más. Eso es la Navidad, y en este año lo pido más que nunca.
Este 2020 es raro por muchos motivos. Desde que tengo uso de razón nunca he pasado la Navidad con papá en casa. Es de ese grupo de gente que cuida de nosotros mientras celebramos. Es de ese grupo de gente que ha cuidado de nosotros durante lo más duro de la pandemia. Porque ya lo hacía antes, y lo hará después, cuando todo pase. Esta vez es un poco distinto: podrá pasar con todos algunos días. Eso también es un cambio en casa, y para mí es el mayor premio.
Recuerdo cuándo sonaba el teléfono a las doce pasadas del 31 de diciembre, o cómo nos llamaba en Nochebuena antes de cenar o en Navidad antes de comer. Su silla estaba vacía y, aunque acostumbramos, siempre le echamos de menos. Por eso, estar con él, después de todo, después de años, lo veo como un regalo. Y por eso no me importa tener que pasar la Navidad en pijama, tapado con una manta y tumbado en el sofá.
Con C. hemos descubierto que podríamos alimentarnos solo a base de panettone, con chocolate caliente y una cena con vino. Somos de gustos sencillos, digamos. Con C. también he visto que puede hacer mucho frío y que nos dé igual. Con C. me he dado cuenta que la ilusión por la Navidad está en las pequeñas cosas. Este año hemos aprendido la importancia de todas ellas. Si estamos todos bien, qué más da lo demás. Podemos quedarnos en pijama.